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4.6.05

Sexa

–Papá...
–¿Hummm?
–¿Cómo el es femenino de sexo?
–¿Qué?
–El femenino de sexo.
–No tiene.
–¿Sexo no tiene femenino?
–No.
–¿Sólo hay sexo masculino?
–Sí. Es decir, no. Existen dos sexos. Masculino y femenino.
–¿Y cómo es el femenino de sexo?
–No tiene femenino. Sexo es siempre masculino.
–Pero vos mismo dijiste que hay sexo masculino y femenino.
–El sexo puede ser masculino o femenino. La palabra "sexo" es masculina. El sexo masculino, el sexo femenino.
–¿No debería ser "la sexa"?
–No.
–¿Por qué no?
–¡Porque no! Disculpá. Porque no. "Sexo" es siempre masculino.
–¿El sexo de la mujer es masculino?
–Sí. ¡No! El sexo de la mujer es femenino.
–Y ¿cómo es el femenino?
–Sexo también. Igual al del hombre.
–¿El sexo de la mujer es igual al del hombre?
–Sí. Es decir... Mirá. Hay sexo masculino y sexo femenino, ¿no es cierto?
–Sí.
–Son dos cosas diferentes.
–Entonces, ¿cómo es el femenino de sexo?
–Es igual al masculino.
–Pero, ¿no son diferentes?
–No. O, ¡sí! Pero la palabra es la misma. Cambia el sexo, pero no cambia la palabra.
–Pero entonces no cambia el sexo. Es siempre masculino.
–La palabra es masculina.
–No. "La palabra" es femenino. Si fuese masculino sería "el pal..."
–¡Basta! Andá a jugar.
El muchacho sale y la madre entra. El padre comenta:
–Tenemos que vigilar al pendejo...
–¿Por qué?
–Sólo piensa en gramática.

Luis Fernando Verissimo, escritor y periodista brasileño.

2.6.05

Un clásico olvidado

Así que no os preocupéis del mañana; el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.

Mateo 6: 34.

31.5.05

Demasiado parecido a mi vida

–¿Por qué lloras, mamá? –preguntó; pues en cuanto puso los pies en el suelo reconoció el rostro de su madre.
–Tu padre ha muerto –le dijo.
Y luego, como si hubieran soltado los resortes de su pena, se dio vuelta sobre sí misma una y otra vez, una y otra vez, hasta que unas manos llegaron hasta sus hombros y lograron detener el rebullir de su cuerpo.
Por la puerta se veía el amanecer en el cielo. No había estrellas. Sólo un cielo plomizo, gris, aún no aclarado por la luminosidad del sol. Una luz parda, como si no fuera a comenzar el día, sino como si apenas estuviera llegando el principio de la noche.
Afuera en el patio, los pasos, como de gente que ronda. Ruidos callados. Y aquí, aquella mujer, de pie en el umbral; su cuerpo impidiendo la llegada del día; dejando asomar, a través de sus brazos, retazos del cielo, y debajo de sus pies regueros de luz; una luz asperjada como si el suelo debajo de ella estuviera anegado en lágrimas.Y después el sollozo. Otra vez el llanto suave pero agudo, y la pena haciendo retorcer su cuerpo.
–Han matado a tu padre.
–¿Y a ti quién te mató, madre?

Juan Rulfo, Pedro Páramo.
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